lunes, 25 de agosto de 2008

Impulso sexual,¿Podemos controlarlo?


por el Dr. César E. Castellanos Araujo, psicólogo clínico.
Rexpuestas, 3ra. edición

El impulso sexual es un tipo de atracción que las personas sienten hacia otras personas, ya sean de su mismo sexo o no. Casi todas las definiciones sobre el impulso sexual se refieren a una acción instintiva que incita a la persona hacia la conducta sexual. Está determinado por una serie de factores de carácter biológico, psicológico y social.
¿Dónde se inicia el impulso?
Es indiscutible hoy día la afirmación de que el impulso sexual nace "se prepara", se "dispara" en el cerebro, por estímulos que pueden nacer en la propia persona, como las fantasías, o por estímulos exteriores, como la visión de una mujer hermosa o de un hombre atractivo; se producen en el cerebro, una serie de cambios por liberación de sustancias químicas que condicionan y desencadenan el deseo sexual, y que llevan a la materialización de lo que
denominamos impulso sexual.
Es en el cerebro donde se genera el deseo sexual. Las hormonas que se disparan constituyen la “base” del impulso. La congestión o vasodilatación o aflujo sanguíneo a la pelvis es lo que
hace posible la erección en el hombre, y la lubricación en la mujer. La congestión de los genitales, es el destino final de todo este proceso funcional que denominamos impulso sexual.
Los sistemas y aparatos involucrados, en este impulso, son el sistema nervioso central (SNC), específicamente el cerebro y el hipotálamo, el sistema endocrino, con la producción de hormonas,
moduladora del funcionamiento de los ovarios en la mujer y de los testículos en el hombre y que dan tendencia al impulso sexual.
Los factores, que producen o generan el impulso sexual, son todos componentes del cuerpo y son los mismos tanto en hombres como en mujeres, a pesar de la diferencia de los aparatos
genitales.
¿Podemos controlarlo?
Aún cuando el desencadenamiento del impulso sexual es muy cerebralhormonalmotor, existen elementos moduladores externos de ese impulso sexual, como los cofactores asociados
a la educación, los valores, las creencias religiosas, las costumbres culturales. Estos y otros cofactores contribuyen a la expresión del impulso sexual, inhibiéndolo en algunos
casos o avivándolo en otros.
Debemos resaltar el hecho de que aún cuando el impulso sexual es innegablemente
un evento neurobiológico, los elementos psicológicos son los que regulan su expresión y por tanto somos nosotros quienes administramos según nuestra voluntad la manera como nuestro impulso sexual es canalizado socialmente.
¿Existe alguna diferencia en el impulso sexual femenino y el masculino?
Sí podemos reconocer diferencias entre ambos sexos en cuanto a la manifestación del deseo sexual, es decir, en cuanto al ritmo y forma de realizar las prácticas sexuales.
El hombre, de forma general, puede encauzar su deseo en una manifestación sexual individual o de pareja de una forma muy rápida y sin mayor preámbulo que la práctica sexual en sí.
Sin embargo, la mujer requiere de forma habitual de un entorno sentimental afectivo donde se sitúe la conducta sexual. Puede ocurrir que el hombre incite de forma inmediata y rápida a la
mujer a realizar un acto sexual, y ésta no responda con la misma urgencia e interés; puede que él interprete esto como una falta de deseo sexual, cuando lo que realmente ocurre es una descoordinación entre los ritmos de respuesta sexual.
En la relación hombre-mujer hay que adaptar esta diferencia en la forma de manifestar las conductas sexuales para que ambos desarrollen su impulso sexual, y que ninguno acuse al otro de escasez del deseo sexual o falta de amor o cariño.
¿Cuál es la frecuencia normal en que debemos sentirlo?
La intensidad y frecuencia de aparición del impulso sexual es altamente variable entre las personas y dentro de cada persona, de modo que es improbable poder contar con un patrón de “normalidad”. Una mujer sana y un hombre sano deben tener un grado de deseo sexual que, de forma individual y en relación a su pareja, lo vivan como suficiente y gratificante. No existe un nivel universal que determine lo que es "normal", ya que estamos fundamentalmente ante una cuestión subjetiva.
¿Qué pasa cuando no sentimos deseo?
Es importante diferenciar un período de baja intensidad en el impulso sexual con un trastorno de aversión al sexo, que es un trastorno psicológico caracterizado por un miedo irracional y paralizante hacia la conducta sexual. Esta fobia imposibilita de forma permanente el disfrute de la sexualidad y requiere la oportuna terapia psicológica para devolver a la persona a la normalidad.
Por regla general se debe descartar la presencia de factores de tipo orgánico evidentes, tales como anemia, cardiopatías, tumores, consumo de sustancias (sean estas drogas legales como los fármacos o ilegales) y algunas enfermedades cromosómicas. Es por ello que la valoración de un especialista en sexualidad que coordina este proceso es fundamental. En ausencia de factores
de tipo orgánico, pasamos a valorar factores de tipo psicológico, bien sean estos condicionamientos aprendidos, traumas, fobias, conflictos emocionales (conscientes o no), problemas de pareja, etcétera.
¿Qué pasa cuando sentimos demasiado deseo?
En el caso del impulso sexual muy intenso, también es necesario diferenciar los posibles componentes orgánicos y psicológicos. Solo por mencionar algunos ejemplos, es necesario valorar la presencia del síndrome de desinhibición del lóbulo frontal, la demencia o la hipomanía. De igual modo, el impulso sexual hiperactivo o la adicción sexual, también se ha asociado con factores de tipo psicológico, en algunos casos nada distintos de aquellos presentes en cualquier otra adicción, en otros se puede considerar elementos relacionados con la baja autoestima, la dificultad para manejar sus afectos ante las distancias y cercanías que supone toda relación donde hay un vínculo emocional y la consecuente ansiedad que genera está dinámica.
Quizás cuando hablamos de un impulso sexual muy intenso, el lector o lectora extrañe que no hemos mencionado la “ninfomanía”. En la actualidad el término ninfomanía ha sido puesto en desuso y ha sido sustituido por el de “adicción sexual” o “erotomanía”. La ninfomanía que ha sido definida como "…un impulso sexual exagerado y compulsivo en la mujer…", era un concepto aplicable solamente a la mujer, mientras que la erotomanía implica una intensificación patológica de la sexualidad y el erotismo, y puede encontrarse tanto en hombres como en mujeres.
Algunos autores plantean que el exceso de impulso sexual es la expresión de una pseudohipersexualidad. Al parecer en estas personas el coito pueda excitarles pero no satisfacerles, y la excesiva frecuencia de contactos sexuales es una expresión del deseo de forzar la inalcanzable satisfacción por medio de intentos renovados y crecientes, o de tentativas con otras parejas y el circunstancias diferentes” “…muchos neuróticos, privados de satisfacción verdadera, se empeñan una y otra vez (y siempre en vano) en descargar a través de la actividad genital la sexualidad que no son capaces de satisfacer, produciendo de este modo la impresión de un gran vigor genital”. Esta misma opinión es sostenida por Sigmund Freud.
¿Es verdad que las feromonas aumentan el deseo sexual?

Las feromonas son producidas por las glándulas apocrinas de la axila y los alrededores de los órganos genitales, desde donde envían señales que son recibidas por el órgano vemeronasal (OVN), que se encuentra dentro de la nariz. Este órgano transmite estos mensajes a la parte del cerebro que gobierna las sensaciones humanas más básicas, como alegría, cólera, amor, odio, despertar sexual, el aumento de la fertilidad y hasta contribuyen con la regulación de los ciclos menstruales femeninos.
Las feromonas se activan en la pubertad y, aunque tanto hombres como mujeres producen feromonas del tipo masculino, solamente las mujeres secretan feronomas asociadas con la copulación.
La Dra. Winnifred Cutler (1986) del Instituto Athena (Penssylvania, EE. UU.) inició interesantes estudios acerca de la existencia de las feromonas humanas y los efectos en el comportamiento de
otros seres humanos.
En algunos de sus primeros estudios Cutler recolectó sudor de las axilas de mujeres y hombres de aproximadamente 20 años de edad, quitando las bacterias y el olor, y usando el extracto. Los
estudios desde entonces han demostrado algunos resultados asombrosos.
En un estudio realizado en mujeres jóvenes, el 36% de las expuestas a las feromonas había tenido sexo durante las primeras tres semanas del estudio. Entre quienes recibieron un placebo, solamente el 11% tenía sexo semanalmente. Al final del estudio (14 semanas), el 73% de las expuestas a las feromonas tenía sexo cada semana, mientras que las que recibieron placebo permanecían en el 11%.
A otro grupo de 38 hombres, se les agregó una solución de alcohol y feromonas a su perfume regular. Ninguno sabía cuál le había sido dado. Después de ocho semanas de usar la colonia, el
47% de los usuarios de feromonas dijeron que habían tenido más sexo que el habitual, comparado con solamente el 9,5% del grupo con placebo.
En otro estudio rociaron la silla de un consultorio de un dentista con esa sustancia, mientras todas las otras quedaron sin tocar. Se observó que las mujeres se sentaron mucho más a menudo
en esa silla tratada con feromonas. Hicieron lo mismo en varias cabinas de teléfono, y encontraron que las mujeres querían hablar preferentemente en aquel que estaba rociado.
Una institución australiana condujo un examen sobre 306 hombres que usaban feromonas. El 90% de ellos dijeron que ese producto había aumentado su atractivo en las mujeres.
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Postdata
No estoy validando la "acción" de Axe. La utilización de las imágenes de su publicidad en esta publicación son meramente "ilustrativas".

Siéntanse en la libertad de comentar lo que deseen.

1 comentarios:

Pianabra dijo...

guao mana! muy chevere tu estudio y bastante edificante.... como la nariz.... alante, alante mana!!